En una época donde las pantallas no dejan de titilar y las exigencias de productividad nunca cesan, el descanso reparador parece un lujo que pocos pueden permitirse. Pero, ¿por qué es tan crucial el sueño para nuestra salud y bienestar? Y, más importante aún, ¿por qué no estamos durmiendo lo que necesitamos?
Usted preguntará por qué dormimos
Si retrocedemos a los orígenes de nuestra especie, dormir no era solo una cuestión de gusto o de un simple descanso, sino una necesidad biológica profunda, anclada en nuestro ADN. El sueño es el proceso mediante el cual el cerebro se organiza, procesa la información que hemos absorbido durante el día, consolida recuerdos y, lo más importante, recarga nuestras baterías tanto físicas como emocionales. Es durante el sueño que el cuerpo repara tejidos, regula hormonas y fortalece el sistema inmune. Sin embargo, en la sociedad contemporánea, dormir se ha convertido en un acto de resistencia, una lucha por encontrar tiempo en medio de un mar de tareas, responsabilidades y distracciones. La ciencia, como siempre, nos avisa que las consecuencias de esta falta de descanso son mucho más graves de lo que solemos pensar.
Los problemas del sueño en el mundo moderno
Si medimos el tiempo por la productividad, el sueño es, en muchos casos, el primer sacrificio del combate. Según estudios recientes, más del 30% de la población mundial sufre de alguna alteración del sueño, ya sea por una cantidad insuficiente, por mala calidad o por la irregularidad en los horarios. Y los números no son optimistas. En algunos países, la media de horas de sueño por noche está por debajo de las 7 horas, cuando los expertos sugieren entre 7 y 9 horas como lo ideal para un descanso óptimo. Más aún: hay alguna evidencia de que dormimos 1 hora menos que hace 50 años, ¡y hasta 2 menos que hace 100 años!2 La tentación de calcular cómo sigue es grande… y nos dice que hacia el año 2.758… no dormiremos más.
Y si a la falta de sueño le sumamos su calidad, nos encontramos con otro problema. No solo estamos durmiendo menos, sino que el sueño que logramos es fragmentado y superficial. Con el uso masivo de dispositivos electrónicos, los trastornos de la melatonina, esa hormona que nos regula el ciclo de sueño, se ven alterados. Las pantallas emiten luz azul, la cual inhibe la producción de melatonina, lo que hace que nos cueste más desconectarnos por completo del día y descansar como deberíamos. Además, el enemigo público número uno del sueño es el estrés… y vaya si estamos estresados últimamente. Así, cualquier método que tengamos para bajar el estrés-respiraciones, meditación, música suave, contar ovejas – será bienvenida para un sueño mejor.
Las consecuencias del mal dormir
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando dormimos menos o peor de lo que necesitamos? Las consecuencias son más graves de lo que podríamos imaginar. En primer lugar, nuestro metabolismo se ve afectado. La falta de sueño altera los niveles de hormonas como la leptina y la grelina, que regulan el hambre y el apetito, aumentando el deseo de alimentos altos en calorías. Esto no solo genera un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad, sino que también predispone a enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. Sí: si dormimos poco o mal, ¡aumentamos de peso! (No eran los ravioles, ¿vieron?).
Además, el sueño deficiente tiene un impacto directo sobre el estado de ánimo. Aquello que en una época llamábamos «mal humor por falta de sueño» tiene una base científica sólida. La privación crónica de sueño afecta a la corteza prefrontal, la zona del cerebro responsable de la toma de decisiones y la regulación emocional. Esto se traduce en una mayor irritabilidad, ansiedad y, en casos más graves, puede incluso generar trastornos depresivos.
No menos importante es el impacto en la productividad. Aunque la tentación de quedarse hasta tarde trabajando en un proyecto puede ser grande, dormir poco a largo plazo lleva a una disminución en la concentración, en la memoria a corto plazo y en la capacidad para resolver problemas. En otras palabras, aunque creamos que “hacemos más” sacrificando horas de descanso, la verdad es que estamos haciendo menos, pero con más esfuerzo.
Es más, el sueño afecta directamente a la economía de un país. En un trabajo reciente con economistas de la Universidad de San Andrés encontramos que la falta de sueño le podría costar a Argentina hasta el 1.3 % del PBI1. Sí: un montón de plata.
Dormir para vivir mejor
Entonces, ¿qué podemos hacer para revertir esta situación y recuperar el control sobre nuestro descanso? La respuesta no es fácil ni inmediata, pero la ciencia tiene algunas recomendaciones claras. Primero, establecer una rutina regular de sueño es clave. El cuerpo humano es un reloj biológico, y si lo acostumbramos a dormir a la misma hora todos los días, mejorará nuestra calidad de descanso.
También es fundamental crear un ambiente propicio para el sueño: evitar la luz intensa antes de dormir, minimizar las distracciones electrónicas y mantener una temperatura adecuada en el cuarto. La alimentación también es fundamental: no solo debemos cuidar las comidas regulares (tanto en cantidad y calidad como, sobre todo, en sus horarios) sino también una adecuada ingesta de vitaminas y minerales, fundamentales para el buen dormir. A veces, las soluciones más simples pueden ser las más efectivas.
Por último, debemos recordar que el sueño no es solo una pausa obligada en nuestras vidas. Es una inversión en nuestra salud física, emocional y mental. El sueño no es un lujo, sino una necesidad biológica esencial que no podemos seguir ignorando sin enfrentar serias consecuencias. De alguna manera, estamos adictos a la vigilia pero, al mismo tiempo, queremos cumplir nuestros sueños. Y hay una sola forma de cumplirlos: soñándolos. Y para eso… hay que dormir.
Diego Andrés Golombek: Doctor en Ciencias Biológicas
*Esta información es provista con fines de concientización, educacionales e informativos y no sustituye ni reemplaza la consulta médica. Ante cualquier duda o síntoma consulte a su médico.
1https://link.springer.com/article/10.1007/s10198-024-01733-8?fromPaywallRec=true
Anauati MV, Gómez Seeber M, Campanario S, Sosa Escudero W, Golombek DA. The economic costs and consequences of (insufficient) sleep: a case study from Latin America. Eur J Health Econ. 2024 Nov 9. doi: 10.1007/s10198-024-01733-8.
2https://news.gallup.com/poll/642704/americans-sleeping-less-stressed.aspx
Redig, Amanda J. In Search of Sleep. Academic Medicine 84(5): 565, 2009.
Coren, S. Sleep Deprivation, Psychosis and Mental Efficiency. Psychiatric Times 15(3): 1998.
Yetish G, et al. Natural sleep and its seasonal variations in three pre-industrial societies. Curr Biol. 25(21), 2015.
Ford, E. S., et al. Trends in self-reported sleep duration among US adults from 1985 to 2012. Sleep 38(5), 2015.